Sicilia, 1912 (por lo menos). Llega la Navidad y a una semana de tan señalada fecha la gente comienza a volverse compulsiva en sus compras. En aquella época mi familia tenía una perfumería que se llenaba de gente queriendo encontrar el detalle que completase los regalos navideños. Una colonia, algo de lencería, algún capricho de bisutería, en fin pequeños detalles que siempre se regalan en estas fechas. Cerca de la tienda había (hay) una residencia de ancianos, que parece un hotel de 5 estrellas y bonus track, con abuelitas de alto poder adquisitivo. Abuelitos también, pero menos, que ya sabemos que las abuelas son más longevas.
Una de las ancianitas más enjoyada, perfumada y repeinada de esa residencia se presentó queriendo regalarle un perfume a su nuera. Con infinita paciencia y buena cara le fui sacando aquellas marcas que dejan una buena impresión en el receptor aunque el olor te guste menos que el de sobaco ajeno en el metro en hora punta, pero ves que se han dejado los cuartos en el detalle. En el mostrador se iban acumulando frascos de Chanel, Loewe, Vanderbilt, Cacharel, Dior, y una vez comprobado que la señora no estaba por la labor, comencé a sacarle colonias más asequibles al bolsillo, es decir aquellas que hoy en día se encuentran en los supermercados, incluidas las imitaciones de las originales que antes le había ofrecido.
Cuando ya había más de una veintena de frascos sobre el mostrador de la tienda, la buena señora tuvo la genial idea de preguntarme si había colonias en formato familiar, es decir de litro. Sin mostrar el desasosiego que aquella pregunta causaba en mi, por que llevaba más de 25 minutos atendiendo a la pequeña Tía Gilita arrugada cual pasa de Corinto, le saqué las joyas de la corona de colonia de litrona: Gotas de Oro y S3 de Legrain, París. Y debió de ser por lo de París, que le da cierto empaque a cualquier etiqueta de cosmética, por que la señora me hizo envolverle en papel de regalo un bote de litro de S3, que costaba 350 pesetas, si de las rubias, y ese era el regalo para su nuera. Estoy segura que se adoraban en vista del obsequio, y que gracias al mismo el amor filial creció ese año exponencialmente.