miércoles, noviembre 24, 2004

Café o Cola Cao?

Asomo la cara por la ventana, como cada día, para saber la temperatura ambiente exterior, fuera de mi confortable habitat creado gracias a la calefacción central y el edredón nórdico. Como no estoy muy despierta, tampoco obtengo una impresión térmica fiable, así que decido repetir la operación después de una humeante ducha y un buen desayuno.

Con el pelo aún envuelto en la toalla, estilo actriz de Hollywood años 40, caliento la leche mientras decido que es lo que quiero, café ó cacao... y es que no es la misma forma de empezar el día. Si tomo café es que mi humor es normal, tirando a “otro día que tengo que ir a ganarme el pan con el sudor de mi frente por culpa de la gula de Adán y de la pedorra de Eva que va ofreciendo comida al prójimo”... si me decido por el cacao me siento más bien: “que día más bonito, que más da que estemos a 0 grados? Si es la temperatura perfecta, ni frio ni calor”...

Y por fin me he decidido por el Cola Cao... y nada más destapar el bote siento como sube el olorcito delicioso del cacao hasta mi naricilla y me incita a sonreir. Me gustan los grumitos que se forman y estar concienzudamente deshaciéndolos. Me gusta su sabor, dulce suave pero rico. Y me recuerda a la infancia cuando mi madre me ponía de desayuno Cola Cao con galletas María Marbú. Y me recuerda también a mi madre intentando hacer milagros con mi cabello rebelde y conseguir que una coleta me durase al menos un par de horas, mientras yo estaba entretenida con el desayuno.

Hoy tengo un buen día, pero seguro que en el trabajo viene algún imbécil y me lo estropea...