viernes, noviembre 26, 2004

Día de vicio...

Hoy es día de vicio. El día elegido para desayunar fuera de casa. Pincho de tortilla con jamón y queso, y café con leche corto de café y templado (si, soy una de esas toca narices que pide el café con variantes). Algunas veces si me siento muy agobiada por el curso de la semana, en lugar de tortilla me lanzo sobre un croissant para subir mis niveles de azúcar, con la excusa mental que como tengo la tensión baja puedo permitírmelo de vez en cuando.

Es una pequeña recompensa, un premio altamente gratificante, con el que me agasajo a mi misma cada semana. Me siento en el bar, cojo la prensa del día, me leo a Garfiel, ojeo el periódico parándome apenas en cada noticia mientras me sirven el desayuno. Es un ritual que no por rutinario resulta menos delicioso.

Pero como el tiempo es inexorable ha llegado la hora de venir a la oficina y de volver a la cruda realidad de mi mesa desordenada, del teléfono que no para de sonar, y los correos electrónicos que inundan la bandeja de entrada durante todo el día. ¿Recibiré hoy otra bonita nota de gerencia preñada de faltas de ortografía, que me causen un trauma sicológico irreparable? ¿Podría demandar al jefe por delito de lesa gravedad contra la ortografía? ¿Debería publicar su nota y subrayar sus faltas ortográficas con rotulador fosforito?