lunes, enero 31, 2005

Decorando

Hay cosas que una posterga sabiendo que van a ser como mínimo estresantes, pero jamás pensé que colocar unas cortinas en un salón fuese un trajo tan arduo. Ahora comprendo por que los hombrecillos que se dedican profesionalmente a estas cosas tienen esa cara de eterno cabreo insatisfecho.

Y es que no me podía yo imaginar la cantidad de modelos, colores, formas y tamaños que existen en barras de cortinas. Dos pasillos enteros de uno de esos conocidos establecimientos que se suelen colocar en grandes centros comerciales. Barras en madera de todos los acabados posibles incluyendo el wenge, bueno, imitación de wenge para que vamos a engañarnos. Incluso barras en madera sin barnizar para que los más manitas le den su toque personal, estuve tentada, pero ya acabé hasta el moño decapando y pintando la mesita auxiliar de la sala, que heredé de mi abuela, y me dedique a transformarla animadísima por esas revistas que te enseñan como hacerlo, y que les queda todo tan cuco. Menos mal que he puesto un montón de cosas encima de la mesita auxiliar y apenas se nota como me quedó. Me gasté el doble de dinero que comprándome cualquier cosa en una tienda, pero eso si, lo que me entretuve con la dichosa manualidad, me dio para un mes entero de jurar en hebreo.

Recorrimos los pasillos dos veces, una para echar un primer vistazo y descartar una serie de acabados según los veíamos, y la segunda vez para decidir que dichosa barra iba a acabar colgada del techo del salón. Elegir la barra en color madera era misión imposible, no se parecía ninguno de los acabados a lo que hay en casa, así que la cuestión era encontrar algo que hiciese contraste, pero que no fuera lo primero que uno ve cuando entra por la puerta. Así que descartados los acabados pintados en azul, blanco, amarillo, etc... Bueno pues nada, nos vamos a los acabados “diferentes”, cobres, platas, aluminio, envejecidos en verde, en oro, en plata, en bronce, en óxido. Madre mía cuanto daño nos han hecho con el “cosas de casa”. Con lo fácil que era antes, todas las casas iguales, no había donde elegir. Ibas a casa de la vecina y oye, igualita a la de tú madre. Y la de tus tíos, y la casa de la abuela, vamos, que todo era igual, que nadie se comía la cabeza y en estos momento yo casi lo agradecería. Al final encontré algo que no me disgustaba mucho, y que podría quedar bien, y ale... que ya llevabamos dos horas en aquel lugar y la cabeza me retumbaba como los tambores de los watusi en época de caza.

Por el camino a la salida no pude evitar encontrar el toallero que llevaba tiempo buscando y ya que llevaba carrito y cabía perfectamente, pues venga, una cosa más para montar en casa y pasar una tarde entretenida. Y es que las toallas son una cosa muy engorrosa de guardar, ocupan un montón de espacio en los armarios y como los baños los hacen tamaño pitufo, no queda sitio para poner un armario en algún rincón donde guardar las toneladas de toallas que suele haber en los hogares. Feliz como una lombriz con mi compra apenas tuvimos que esperar en esta ocasión para pagar, llegamos a tiempo cuando habrían una caja, y curiosamente la chica no era la nueva en prácticas. ¿se puede pedir más cuando vas a pagar en un centro comercial?

Como el sábado había sido agotador con el temita de las compras, se dejó el montaje de las mismas para el día siguiente. Pero esto es otra fascinante historia ;-P