Mis pies

Ya está aquí. Ya llégo. El temido momento anual del gran cambio. Ha llegado la hora de sacar los piececillos al aire, de enseñar los talones, y airear los deditos comprimidos por el calzado de invierno. Y como cada año ya están aquí las heridas y las rozaduras que me provoca dicho cambio. Yo no sé el resto de la humanidad, pero yo tengo los pies delicados, es una de esas herencias genéticas que si bien en otras cosas se agradecen, aquí se recuerda la desgracia hasta el infinito y más allá. Gracias papá por la nariz, gracias por los pies delicados... gracias majo, gracias! (grrrrr)

Así que un año más aquí estoy, cubierta la superficie de mis pies de tiritas de todos los tamaños, y así estarán unos quince días mientras se adaptan a las nuevas circunstancias. Comprarme calzado es un auténtico suplicio, por que por muy buenos, suaves y maravillosos que sean los zapatos o sandalias en cuestión, se que inevitablemente me harán rozaduras hasta el infinito y más allá los primeros días.

Ahhhhhh se me olvidaba, gracias por el pelo rizado papá, tú hija que te quiere (dar un par de collejas)...