lunes, enero 17, 2005

Un lunes cualquiera

Por las mañanas cuando llegamos a la oficina, hace un frío estepario. Cada mañana de lunes es un auténtico suplicio permanecer sentada delante del ordenador trabajando, cuando en realidad lo que me apetece es dar palmas para descongelar los dedos. Me pondría como las abuelas delante de un fuego frotándome las manos para volver a sentir la circulación en ellas. Son 1000 m2 cuadrados con tan sólo un despacho y una sala de reuniones. 900 m2 sin una división o tabique que retenga algo de calor, además del ruido que va subiendo de tono a lo largo del día.

Odio esta oficina, muy moderna y todo lo que quieran, pero fría y ruidosa. Oigo a la tipa que está en mis antípodas hablar con su marido y decirle que no se olvide de comprar los cereales para el desayuno del niño. Y es que uno de mis grandes problemas son el oído y el olfato. Me molestan los ruidos estridentes sobremanera por que desde pequeña me entero de lo que pasa a mi alrededor aunque susurren, eso si, muchas veces me hago la tonta, por que hay cosas que ni me interesan, ó que tal vez no debería haberlas oído.

Con el olfato también lo paso mal muchas veces. En cuanto alguien carece de la más elemental higiene, o se ha pasado con el último perfume de Dior, mi delicada pituitaria sufre lo indecible. Y en mi oficina son varias las personas que no deben de cobrar lo suficiente para tomarse una ducha diaria, ó como mínimo restregarse el sobaco con un poquito de jabón. Lo de los fumadores es punto aparte, en la oficina no se puede fumar, tienen habilitado un rincón cerrado para ello, pero hay una persona que se empeña en encender el cigarro en la oficina y siempre la cazo, está desesperada conmigo. Pero lo peor de todo es cuando coinciden en una misma persona la falta total de higiene con un perfume apestoso, eso ya me mata.

En fin que mañana seguro que ya la temperatura ambiente de la oficina estará más caldeada a primera hora de la mañana y no tendré que andar soplándome las yemas de los dedos para poder teclear, pero hoy es un día pésimo. Acumulación de trabajo del fin de semana y frío, la mezcla perfecta para arruinarme el buen humor.

Para los lectores ávidos como yo, decir que ya he terminado “Un milagro en equilibrio” de Lucía Echebarría (último premio Planeta) y se ha dejado leer, aunque a veces te deja con historias sin terminar, en una especie de ejercicio de suspense, que luego hace que te sea difícil retomar el hilo de lo que contaba, pero aún así tiene pasajes bastante buenos, aunque al final me quedo con la impresión de que no profundiza verdaderamente en ninguno de los aspectos que toca la novela, no termina de centrarse en la maternidad, ni en las adicciones de la madre, ni en la historia familiar, si no que hace una amalgama de todo ello. Yo, sinceramente no le hubiera dado el premio, aunque claro, debería saber que otras novelas participaban, por que tal vez, si sea la mejor.